Hay días en los que siento qué no tengo nada que decir. Quizás es que olvido la importancia de guardar silencio.
Guardar silencio para dárselo a quien sepa escucharlo y no le dé miedo compartirlo.
Guardar silencio como se guarda una flor seca en las páginas de tu libro favorito.
Guardar silencio por el miedo y no al "que diran" miedo a lo que me digo yo cuando nadie está.
A veces las nubes me pillan lejos de casa y sin paraguas. Con miedo. Tengo la piel tan blanca que podría verme el corazón desde afuera.
Quizas me haga un té para calmarme y encontrar el equilibrio, el balance entre la quietud y la calma.
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